No hay cine sin palomitas

¿Cuando se casó el cine con este aperitivo?

Creo que todos estaremos de acuerdo cuando afirmo que ir al cine a disfrutar de una buena película y no comer palomitas es casi un pecado mortal que bien podría contar con sus propios pasajes bíblicos.

Pero ¿cómo inició esa combinación? ¿desde cuándo se convirtieron en esa pareja perfecta dentro de una de las tantas formas de entretenimiento que existen?

Algunos arqueólogos aseguran que nuestras culturas prehispánicas en territorio mexicano reventaban los granos de maíz en ollas de barro calientes para rituales gastronómicos algunos miles de años antes de la era cristiana, es probable incluso que sea el primer tipo de maíz descubierto por el humano.

Fue hasta 1885 que Charles Cretor creó en Chicago, Estados Unidos -o por lo menos patentó- la primera máquina creadora de palomitas de maíz, y no tardaron mucho en obtener fama en carnavales y ferias.

La popularidad de las palomitas y su vínculo con el cine comenzó en el siglo XX con los primeros nickelodeons, que fueron los primeros espacios cerrados dedicados a proyectar películas.

Los vendedores se acercaban a vender las palomitas a estos espacios, ya que no existían los stand concesionados, como hoy día existen las dulcerías, pero el verdadero auge de las palomitas en el cine llegó con la Gran Depresión de 1929.

La ganancia de los teatros cayó con la crisis al igual que todos los demás negocios, sin embargo el costo por la elaboración de las palomitas de maíz nunca fue alto debido a que no había ninguna necesidad de importar -como el azúcar-. Los dueños pagaban 10 dólares por 50 kilos de granos de maíz, de los cuáles se vendían por lo menos 1000 bolsitas de este snack.

De acuerdo con algunos artículos sobre el tema, era molesto que se introdujera el fuerte olor de la mantequilla por los vendedores que se encontraban afuera de las salas, al igual que el sonido crujiente de las palomitas y la salida constante de las personas para comprar más.

Aún así, el cine se convirtió en uno de los principales distractores para la gente durante esta etapa de crisis y durante la Segunda Guerra Mundial, pues era en aquel entonces muy barato este entretenimiento y la venta de palomitas alivió en gran medida el bolsillo de los dueños de los cines.

Tras instalar máquinas de palomitas gradualmente en los cines, incluso se bajaron los precios de las entradas para que más familias pudieran acudir y con la venta de palomitas se mantuvo sustancial la ganancia.

Sabemos que en la actualidad no es muy barato el boleto para entrar al cine, ni la cubeta de palomitas, sin embargo es una tradición que permanece y difícilmente rompemos, ya que es casi imposible acudir a ver una película y no atragantarse de esta deliciosa botana.

Si alguien tiene una opinión contraria o información adicional sobre como se tomaron de la mano las palomitas de maíz y el cine, lo puede exponer con toda confianza en el espacio para los comentarios.

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